Alicia Sornosa nos cuenta en primera persona su última aventura africana

Todo comenzó con una charla sobre África y mi pensamiento de volver, cinco años después, a las peores pistas de mi viaje por el mundo. Sentí el deseo de volver a pisar el mismo suelo, cargada esta vez de experiencia sobre mi moto. Así que me puse manos a la obra.

En menos de un mes tenía preparado el recorrido, desde Etiopia hasta Sudáfrica, como siempre se desde donde salgo y hasta donde quiero llegar, pero no por donde lo haré. Mi punto de partida era Addis Abeba, la capital del país más misterioso, diferente, duro y lleno de cultura ancestral de toda África.

 

 

Etiopía era mi principal destino, un país que necesitaba conocer más a fondo. Y todo vino rodado. El país donde se encontró el homínido más antiguo “Lucy”, fue la primera parada y todo el recorrido por la gran falla africana giraría en torno a este curioso país. El fin de todo este periplo sería recaudar fondos para la construcción de pozos de agua en una de las zonas del oeste más perdidas y pobres de la mano de quienes mejor conocen el país y sus necesidades; la ONG “Amigos de Silva” con quienes ya había quedado para ver in situ el trabajo y llegar a comprender mejor cual es su misión. 

 

 

Las conversaciones con la compañía aérea Ethiopian Airlines en Madrid, estrenando su nueva linea directa de capital a capital y el espíritu aventurero de los responsables en España me facilitaron el transporte de las motos a el continente africano. 
Ducati España junto con la central de Scrambler en Italia, las dos monturas y los contactos necesarios para que en Sudáfrica nos recibieran en sus concesionarios y cuidaran nuestras motos. Mis antiguos colaboradores como TomTom y Generali también estaban conmigo.
Otras tantas empresas se sumaron; Pirelli se encargó del cambio de neumáticos, Woman On Wheels” una asociación que busca a las féminas entre sus filas, apoyó le proyecto desde el principio,Columbus Nature donó material de acampada, Testa by Lanuzaofreció unas preciosas fundas para casco artesanas que sortearía al final de viaje, al igual que One BoneBandaaparte Editores y unos ejemplares de “360 Grados” mi novela, WindXtreme y sus cuellos para motoristas con una edición especial con el mapa de la ruta del viaje…material increíble que sumaba una enorme colección de regalos.

 

 

Durante una semana con Paco y Jesús, componentes de la ONG “Amigos de Silva”, aprendí como encontrar agua bajo tierra.  Comprobé por mi misma lo que cuesta perforar el suelo lleno de piedra, aparentemente estéril, siempre rodeados de niños, pequeños animales, mujeres luchadoras y supervivientes al polvo y el calor.
Unos días de trabajo en una pequeña escuela, durmiendo en las habitaciones cedidas por la congregación de los misionerosCombonianosrodando por pistas de piedra y teniendo sobre la piel continuamente una capa de polvo fino, naranja, el color que tiñe paredes, tejados, ventanas en un territorio áspero y reventado por los camiones de tres ejes que surcaban la pista que dividían la pequeña aldea en dos. Un tiempo vital para comprender la necesidad del uso del agua potable, limpia, sana…
Gracias a estos pozos, siempre bajo la tutela de iglesias o colegios, un centenar de niñas podrán aprender a leer y a escribir ahorrando el tiempo que gastaban en caminar kilómetros a por agua, podrán estar más sanas sin acarrear cientos de metros los 15 kilos del bidón diario de este líquido, podrán beber…

 

 

Desde Gublack, donde empezaba todo, comenzaba una recaudación para la construcción de estos pozos-salvavidas. Las donaciones se fueron sucediendo según avanzaba el camino: Keniay el Maasai Mara, rodando entre jirafas y ñus, Tanzania con sus lluvias monzónicas y sus bosques de baobabs inundados, Malawi y su bello lago en medio de la famosa falla; los peces de colores, los pueblos de pescadores y las sonrisas de sus habitantes, los cánticos de Mozambique, las eternas playas de arena blanca, las pistas, la arena, las piedras y caminos rotos. Carreteras anegadas, barro… todos los ingredientes de una gran aventura, de un gigantesco reto.

 

 

En tres meses estaba a las puertas del destino final, con 10.000 km de más en el contador de mi Scrambler Ducati, bautizada por losmasaais como SHIKATI (el animal más veloz), sin ningún contratiempo, sin roturas mecánicas, con los neumáticos gastados y el ánimo por las nubes.

 

 

Las donaciones superaban los 3.000 € que pretendía entregar a “Amigos de Silva” pero durante paso por Sudáfrica debía dejar algo más, así que decidí apostar mis trenzas a un órdago: me las cortaría si llegábamos hasta los 5.000€ de donaciones.

 

 

Rodar por Sudáfrica ha hecho que me quite miedos, que compruebe que es un gran país, seguro, con muchas diferencias sociales y unos paisajes increíbles. Ciudades perfectas, modernas, limpias, que se contraponen por las aldeas destartaladas habitadas por tribus negras, arquitectura colonial junto a modernos rascacielos y casas blancas de tejado de paja. Una costa con más de mil sorpresas, vida salvaje…y un final de escándalo en Ciudad del Cabo. Las donaciones llegaron a los 5.0000€ y mi cabello, una vez cortado, fue a parar a la Asociación Sudafricana de ayuda contra el Cáncer. 

 

 

Un éxito total, 5.000€ en donaciones, un seguimiento del viaje multitudinario, con gente que ha participado tanto en la recaudación como en las redes sociales, sin ningún problema mecánico en ninguna de las dos Ducati Scrambler. Con dos pinchazos, varias caídas sin consecuencias físicas, más de 15.000 km y un montón de cervezas probadas…pero de las cervezas y del Cabo de las Agujas, donde se une el Indico y el Atlántico, os hablaré en otro momento.

 

 

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Redacción Viajes

Autor: Redacción Viajes

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