Halloween: celebración del final del verano y Jack el Tacaño.

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  Esta vez no se trata de un viaje de leyenda, aunque por muchos de sus componentes se podía. Incluso, considerar como tal, dado que su origen aparece en el mundo celta, y fueron los irlandeses quienes lo llevaron en sus viajes a América del Norte, desde donde ha regresado a Europa.

            Primero conviene aclarar que se trata de una forma de celebrar el antiguo festival celta Samhain, con el que se daba por terminada la recogida de las cosechas en Irlanda, y se iniciaba el nuevo año celta, que coincidía con el solsticio de otoño. Al ser una fiesta pagana, pero popular, la Iglesia Católica la adaptó a una celebración suya, que se desarrollaba el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos.

            Desde 1921, año en que comenzó a celebrarse en Minnesota, se ha popularizado tanto, que no hay país occidental que no se disfrace, busque una calabaza o pida, generalmente niños, golosinas. Es un día muy especial, una noche en la que los espíritus de los difuntos se mueven por el mundo como si nunca se hubiesen ido, de ahí que se celebra con representaciones de muertos vivientes, tumbas, esqueletos…

Pero la leyenda va más allá, y ese hecho es el protagonista de nuestro relato.

Una leyenda irlandesa cuenta que había un individuo conocido como Jack, el Tacaño, conocido por sus diabluras, tantas, que el propio demonio quiso conocerle, y de hecho acudió hasta su pueblo para comprobar si era verdad lo que había escuchado de él. Disfrazado como un hombre normal acudió al pueblo y se puso a beber con él durante largas horas, revelando su identidad tras ver que en efecto Jack era un auténtico malvado. Cuando Lucifer le dijo que venía a llevárselo para hacerle pagar por sus pecados, Jack le pidió que bebieran juntos una ronda más, como última voluntad. El diablo se lo concedió, pero al ir a pagar ninguno de los dos tenía dinero, así que Jack retó a Lucifer a convertirse en una moneda para demostrar sus poderes. El demonio  lo hizo, pero en lugar de pagar con la moneda, Jack la metió en su bolsillo, donde llevaba un crucifijo de plata. Incapaz de salir de allí el diablo ordenó al granjero que le dejara libre, pero Jack respondió que no lo haría a menos que prometiera volver al infierno para no molestarle durante un año. Tras pasar ese periodo de tiempo, el
diablo apareció de nuevo en casa de Jack para llevárselo consigo, pero de nuevo Jack pidió un último deseo, en este caso, que cogiera una manzana situada en lo alto de un árbol para así tener una última comida antes acompañarle al infierno. El demonio accedió, pero cuando se hallaba en lo alto del árbol, Jack talló una cruz en su tronco para que no pudiera escapar. En esta ocasión pidió no ser molestado en diez años, además de otra condición: que nunca pudiera el diablo reclamar su alma. Lucifer accedió y Jack se vio libre de su amenaza.

Pero he aquí que el protagonista de la leyenda no contaba con que moriría antes de que transcurrieses esos años, y cuando se disponía a ir al cielo, su alma fue detenida en la puerta por el propio San Pedro, quien le indicó que no podía ser aceptado por
su vida pasada y fue enviado al infierno, pero allí tampoco pudo quedarse pues le fue recordado lo pactado con Lucifer, de tal forma que no tenía ninguno de los dos sitios donde estar. El demonio acompañó su negativa arrojándole unos carbones ardiendo, con ellos metidos dentro de un nabo hueco, se dispuso a vagar eternamente por los caminos sin más luz que la que arrojaban esas ascuas.

Con el paso del tiempo fue conocido en su vagar como Jack el de la Linterna, y más tarde dejó el nabo para adaptar su linterna al interior de una calabaza, en la tradición celta, ya que en los Estados Unidos había más calabazas que nabos.

De ahí viene la calabaza rojiza que asemeja el color de las ascuas. Y en cuanto a la famosa pregunta de “truco o trato” (dulces o travesura), se produce para evitar que el espíritu de Jack pueda entrar en las casas y llevar a cabo alguna de sus maldades.

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Felipe Alonso

Autor: Felipe Alonso

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