Castellón, mar y montaña

El perfecto veraneo de siempre

 

Reposo para familias, tranquilidad para tertulianos o noche para los más amantes de la fiesta. Todo es posible en una de las playas más cuidadas de la costa castellonense y donde el turismo de salud permite disfrutar de la ciudad todo el año. Lo que se conocía como “el Biarritz levantino” parece vivir una segunda edad de oro, más moderna y creativa que aquellos inicios del Siglo XX.

Benicassim siempre fue un lugar de ocio y vacación. A lo largo de la última década del siglo XIX se realizaron nuevas construcciones que animaron la imagen de la línea costera. Nombres como Villa Elisa, Villa Maria, Villa Gens, Villa Margarita o Villa Victoria ayudaron a formar un núcleo turístico pionero en la zona. Existen dos rutas señalizadas, la Ruta del Infierno y la Ruta de la Corte Celestial, que unifican las estéticas de los distintos dueños. Construcciones modernistas conviven con racionalistas, victorianas o algunas más clásicas.

El sabor de la historia se marca con los vestigios que encontramos en esta población. Los piratas berberiscos asaltaban frecuentemente las poblaciones cercanas, por eso hubo que crear torres vigías en la costa. Como prueba encontramos la existencia de la Torre de San Vicente, construcción del siglo XVI. Los historiadores dicen que había 18 torres en toda la provincia de Castellón. Desde el año 1603, el pueblo comenzó a instalarse junto a la costa. La Carta Fundacional de doña Violante Casalduch se considera uno de los primeros documentos para los nuevos aires de la ciudad.

Puesto a salir de excursión hay lugares obligados. Viajando en coche desde la carretera se ven los letreros del Paraje Natural del Desierto de las Palmas, que posee un extraño atractivo para todos los que se acercan a esta zona. Muchos se fijan en el Pico Bartola con sus 729m., que es el punto más representativo de las cumbres que parecen defender el interior del mar.

Ese nombre sirve para denominar a una montaña del que fue fundador del Convento Carmelita que inicialmente fue construido entre los años 1693 y 1702, y reconstruido en 1796 después de un terremoto. Por supuesto que hoy sirve de alojamiento para los monjes y los feligreses que optan por la paz entre sus robustos muros. Cuenta con un divertido museo con piezas de cerámica de Alcora. Las vistas son deliciosas, sobre todo si podemos avistar las Islas Columbretes, de origen volcánico y un santuario de paz en medio del Mediterráneo.

Un poco más alejado tenemos el pueblo de Villafamés. Este pueblo es uno de esos sitios que parecen estar puestos en los caminos para vigilar lo que sucede por los alrededores. Desde su castillo-atalaya, más o menos palaciego, más o menos fortaleza, estos pueblos-vigía controlan desde los mil ojos de sus almenas o ventanales el trasiego permanente de ejércitos, bandoleros, guerrillas o simples comerciantes que han transitado a sus pies a lo largo de los siglos.

El castillo de Villafamés es uno de estos lugares-atalaya, que hoy resultan pintorescos y fuera del camino, pero que en otro tiempo fueron cruciales para el devenir de la historia.

Está en lo que se llama la Plana Alta, una región poco turística, que ni es la divertida costa de Benicásim o de Oropesa del Mar, ni el Maestrazgo de sobria raigambre medieval, ni la Plana industriosa de Castellón, todas ellas a un paso.

Pero además del castillo, no debemos perdernos sus alrededores con interesantes muestras del Paleolítico con sus pinturas rupestres, en los muchos abrigos que se han descubierto: el Tossal de la Font, la Cueva Matutano, l’Abric del Castell o Les Roques de Mallasén.

Por último hay que guardar un ratito para ir a Peñíscola… Un pueblo de Cine. No es extraño que Moros y Cristianos dejaran su huella en este lugar mágico con una playa que se llena en verano y demuestra su esplendor en primavera. Obligada visita al Santuario de la Virgen de Nuestra Señora de la Ermitana. Obra de comienzos del siglo XVIII de estilo barroco valenciano y adosada al castillo, emblema de la ciudad.

Y si vienes en octubre …

Visita obligada son sus mesones (anímate a probar la “olleta”, el “tombet” o el cordero con alioli, contundentes pero agradables en estos meses de frío) y sus tiendas de cerámica y artesanía. Y si lo que te gustan son los espacios naturales, en los alrededores podrás descubrir parajes muy curiosos como La Cova del Bolimini, una cavidad a la que se accede a través de una escalera natural que lleva a dos espacios interiores de gran amplitud y con bóvedas de hasta 3 metros de altura.

Qué visitar

Si viajamos en familia una buena opción es acercarse hasta el Jardín del Papagayo. Zoo de aves exóticas situado entre las localidades de Benicarló y Peñíscola (11,7€ adultos y 8,5€ niños), oferta padre, madre y un niño 27,50€.

El Desert de les Palmes en el interior de la comunidad. Recorrer el paseo marítimo de la Avda. del Papa Luna en Peñíscola ofrece una buena manera de conocer esta bonita localidad, mientras hacemos hambre para sentarnos en alguno de los diversos chiringuitos del recorrido.

Imprescindible

Hacer submarinismo en el Parque Natural de las Islas Columbretes donde se aprecia una fauna mediterránea singular. Una buena dirección para realizar este tipo de actividad: Barracuda Buceo Telf.: 964 412 623 / 669 876 197.

Mapa de la zona

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Redacción Viajes

Autor: Redacción Viajes

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