La Alberca y Peña de Francia

Un tímido sol de primavera intenta caldear poco a poco el aire y combatir la helada nocturna que aún se aprecia en las curvas de la intrincada carretera que conduce a la Peña de Francia. Curva tras curva, el camino se hace casi eterno largo hasta culminar los más de 1.700 metros de esta sierra densamente arbolada que domina los agrestes paisajes del sur de la provincia salmantina. Realmente es una tentación desviar la mirada de la carretera para contemplar el magnífico panorama que se extiende a nuestros pies. Pero sería un error gravísimo apartar un sólo instante la vista del asfalto mientras que el coche trepa trabajosamente por estas curvas, cerradas y peligrosas. Así que esperamos al final del camino para que esta inmensa mole de piedra granítica nos desvele una de las panorámicas más excepcionales de la península.

Peña de Francia

Peña de Francia

Es un día entre semana y apenas hay turistas visitando el santuario que corona la Peña. Los monjes dominicos que lo custodian también parecen invisibles y sólo nuestros comentarios rompen el silencio casi sobrecogedor. Pero no hay que equivocarse, no estamos descubriendo ningún paraje secreto ya que esta insólita y solitaria Peña de Francia ha sido meca de peregrinación local desde hace muchos siglos.

Peña de Francia-Santuario

Peña de Francia-Santuario

Soledad sería la palabra clave para describir el sentimiento que impregna el aire lípido de la Peña y de toda su comarca. Soledad y silencio… mucho silencio. Sólo las aves y el rumor de los árboles mecidos (a veces azotados) por el viento rompen la soledad silenciosa de estos parajes apenas habitados por un puñado de gentes, de duro clima continental y recios inviernos. Tras un largo camino desde Madrid que en su último trayecto obliga a atravesar las monótonas parameras salmantinas, la Sierra de Francia se alza como una sorpresa de verdor y de agua fresca. El esfuerzo del ascenso, que a más de uno obliga a parar a medio camino por el mareo, tiene su recompensa en el monasterio que corona la peña y en el espléndido mirador con indicaciones para identificar todo lo que abarca nuestra vista desde sus 1.723 metros de altitud.

Peña de Francia-Santuario

Peña de Francia-Santuario

Se cree que fueron gentes del país vecino quienes pusieron tal nombre a la montaña incluso antes de que en 1434, según dice la tradición, se hallara la imagen de la virgen a la que se rinde culto en el elevado santuario. Desde entonces, el lugar se convirtió en meca de peregrinaciones y se construyó una iglesia (siglo XV) en la que se exhibe una talla del siglo XIX que a su vez guarda en su interior lo que queda de la imagen original. Para atender a los peregrinos existe en lo alto de la Peña un monasterio de la orden de los Dominicos –el Santuario de la Peña– y una hospedería. Los monjes, únicos habitantes permenentes del lugar, comparten su montaña con los turistas y con los guardas que custodian el potente repetidor de televisión instalado en el lugar para aprovechar su altura.

Peña de Francia-Santuario

Peña de Francia-Santuario

Hoy la atmósfera está despejada y se puede dar un vistazo por los alrededores del monasterio y asomarse por el balcón de Santiago, cerrado por una artística rejería o por el Mirador de Santo Domingo, atendiendo a los indicadores que señalan los distintos parajes y montes que se pueden divisar desde allí.

Peña de Francia-Santuario

Peña de Francia-Santuario

El panorama merece por sí sólo la visita, pero hay otros reclamos que nos han llevado hasta este recóndito paraje del oeste peninsular, muy cerca de esa frontera o “raya” portuguesa que nos une y a la vez nos separa del vecino.

Peña de Francia

Peña de Francia

Antes de llegar a la peña, nuestros pasos se han desviado hacia Ciudad Rodrigo, una ciudad donde se aprecia plenamente la sensación de frontera. Aún retumban los pasos del Duque de Welington, el gran héroe inglés de nuestra guerra de la Independencia que anduvo por estas tierras y fué Señor de Ciudad Rodrigo. Amurallada y medieval, la ciudad surge sobre la arenisca en una amplia vega fácil de vadear. Paso casi obligado en la ruta natural hacia Portugal, Ciudad Rodrigo es “la frontera” por excelencia, distante de todo e independiente, plaza fuerte, sede episcopal y centro comercial a la vez, con muralla árabe, catedral románica, castillo medieval y palacios renacentistas señoriales como el de Moctezuma, o la Casa de los Vazquez. En su unidad urbanística radica parte de su encanto, ya que casi todos sus edificios son de estilo renacentista. El mejor ejemplo son los edificios que enmarcan la bella plaza Mayor, como el Ayuntamiento, con doble galería de arcos y torres cilíndricas en las esquinas, y la casa de los Cuetos, una mansión blasonada con dos filas de balcones. Es también punto esencial de la ruta gastronómica salmantina, con magníficas carnes y excelentes vinos.

Ciudad Rodrigo

Ciudad Rodrigo

Desde Ciudad Rodrigo hacia el este se extiende la llamada Sierra de Francia, uno de los rincones mágicos de esta frontera ibérica interior. El olvido secular de estas tierras en los últimos siglos, se convierte hoy en un atractivo de enorme valor. Paisajes no contaminados por la urbanización, valles frondosos llenos de encantos ancestrales, bosquecillos de frutales, robles y encinas, arquitecturas populares y tradiciones milenarias se esconden tras cada curva en los caminos solitarios que recorren la comarca a los pies de la Sierra. No son pueblos de grandes gestas históricas ni de referencias literarias, pero sí de encantos placenteros para quienes gustan de lo popular y de los rincones naturales inalterados.

Peña de Francia

Peña de Francia

A los pies de la Sierra está La Alberca, capital de Las Batuecas, y el más conocido y turístico de todos los pueblos de la comarca. Declarado Monumento Nacional en 1940, los turistas no han conseguido acabar con el aire intemporal de sus calles en las que el tiempo parece detenido. Su arquitectura popular y el costumbrismo que sus gentes ejercen con orgullo enamoran a todos sus visitantes y las tradiciones locales se conservan, aunque sólo sea para mostrarlas a los turistas. Llegamos a la Alberca casi al atardecer y ya hace frío. Apenas queda nadie en sus estrechas calles y sólo se ven algunas luces encendidas en los bares de su plaza asoportalada. Los turistas hace tiempo que han abandonado el pueblo o se han refugiado en los hoteles. A lo lejos se escucha una campanilla y, conforme se acerca el sonido, se aprecia también una voz femenina rezando. Es la llamada “moza de ánimas” o “esquila de ánimas”, una mujer que desde hace siglos y todos los días del año, al atardecer, recorre las calles del pueblo tocando una campanilla y rezando padrenuestros y avemarías por las ánimas de purgatorio. El ambiente es casi irreal, como de hace muchos siglos y te hace sentir muy lejos del mundanal ruido.

La Alberca

La Alberca

En La Alberca no todo es medieval. Sus habitantes saben que su futuro está en el turismo y cuidan con esmero el decorado de sus calles. Muchos se dedican a vender obleas, recuerdos o antigüedades a los visitantes y otros han abierto bares, restaurantes, tiendas e incluso hoteles. Nuestros pasos acaban en el Hotel Doña Teresa, un agradable refugio hecho según la arquitectura popular de la zona, con balcones de madera, esquinas de cantería, vigas a la vista y una verja de forja. Una magnífica cena, un rato de lectura junto a la chimenea y una mullida cama cubierta con una colcha bordada invitan a una agradable noche de descanso.

La Alberca

La Alberca

AL día siguiente La Alberca se despereza con el canto del gallo, sobre las siete de la mañana. Poco a poco el pueblo se va llenando de sonidos, primero los pájaros, luego los pastores que recogen los animales para llevarlos a pastar, después las mujeres vestidas con amplias sayas, e incluso a veces el pregonero en la plaza del pueblo. Por fin abren las tiendas y la vida va trascurriendo sin prisas, casi en silencio, y el pasear por sus calles se convierte en un placer ya olvidado. La Alberca tiene un trazado medieval hecho a medida del hombre, con estrechas calles, plaza asoportalada con crucero granítico y casas entramadas en madera que parecen desafiar, a veces, la lógica de la gravedad. La parroquia local es del siglo XVIII, aunque en su interior quedan vestigios que delatan su pasado más remoto, como los restos artísticos de los siglos XIII y XIV. En la oscuridad del tiempo se pierde el vestido típico de La Alberca, el llamado traje de Vistas, del que los investigadores antropológicos dicen que se trata de uno de los de mayor riqueza del estado español. El día 15 de agosto, el dela Virgen de la Asunción, se tiene la oportunidad casi única de contemplar este atuendo regional en toda su salsa en la plaza Mayor de la localidad.

La Alberca

La Alberca

De La Alberca parte el valle de las Batuecas, una de las comarcas más salvajes y bellas de nuestra geografía, misteriosa y olvidada por casi todos. Estos valles tallados en pizarras y granitos esconden maravillosos paisajes, aldeas llenas de encanto, huertos de limoneros, olivos y castaños e importantes colonias de especies de flora y fauna autóctona que crecen al abrigo de un cálido microclima. Tan aislado está el valle que durante muchos siglos sus gentes se pensaban que eran los únicos pobladores del mundo y de ahí que aún se diga que “está en las Batuecas” al que parece ensimismado y ajeno a lo que pasa a su lado.

Batuecas

Batuecas

Muy cerca de La Alberca, Miranda del Castañar resulta un pueblo menos conocido pero igual de típico de la comarca. En el camino hasta Miranda, la vegetación se hace rica, variada y frondosa y los pueblos se dispersan por las laderas de las montañas de la sierra. Situado sobre una elevación, Miranda del Castañar no siempre fue el lugar olvidado que es hoy, sino que incluso sirvió de centro repoblador a finales del siglo XII y principios del XIII. De esos tiempos de esplendor conserva todas sus murallas, el castillo del siglo XV, la alhóndiga y muchas casas blasonadas. La vida social se articula en torno a la plaza, a los pies del castillo y salpicada de pequeños accesos que actuaban como burladeros cuando en ella se celebran de acuerdo a la tradición, festejos, taurinos…. Sus estrechas calles, por las que en primavera descienden las aguas de los deshielos, forman un misterioso y enigmático conjunto con los rostros curtidos de gentes acostumbradas a una vida de rigor y dureza.

Miranda del Castañar

Miranda del Castañar

A pocos kilómetros, San Martín del Castañar invita a quedarse una noche más en su agradable Posada, un viejo caserón de tres planteas que siempre fue posada y que ha sido rehabilitado por la escuela taller del pueblo. Sus habitaciones reproducen diseños castellanos tradicionales (incluso hay camas con dosel y escabel) y de los fogones de su restaurante salen los apetitosos olores de platos de la zona, como el cuchifrito o el chuletón. San Martín, también declarado conjunto histórico-artístico, conserva sus calles empedradas de sabor medieval, sus casas populares, las ruinas de lo que fue en tiempos su ciudadela y su castillo del siglo XV, junto a una interesante iglesia parroquial, de estilo morisco del siglo XIII.

San Martín del Castañar

San Martín del Castañar

Muy cerca queda Sequeros, donde el poeta León Felipe vivió de niño y donde se conserva un curioso teatro de 1876. Tampoco hay que irse muy lejos para visitar Mogarraz, un lugar que en verano triplica su población y que adquiere su verdadera personalidad en agosto, en la Virgen de las Nieves, un festival de luz, color, tipismo, que viene a romper la tradicional serenidad de los ancianos que acostumbran a buscar el sol, acomodándose con un cigarrillo al abrigo de la solapa.

Sequeros

Sequeros

Nuestra particular conquista del “oeste” termina con una visita obligada: Béjar, la de las famosas mantas. Su caserío se asienta en un estrecho promontorio situado al pie de la sierra de Béjar y protegido por lo que queda de la antigua muralla que en su día fue realmente inexpugnable. Como colofón al viaje es un placer pasear por la atractiva plaza Mayor del siglo XVIII o contemplar el palacio de los Duques de Béjar, construído en el siglo XVI sobre los restos del antiguo alcázar.

Béjar

Béjar

Dónde Dormir:

Parador de Ciudad Rodrigo
Pza. Castillo, 1. 37500 Ciudad Rodrigo, (Salamanca)
Tel.: 923 46 01 50

Entre el vigor cultural de Salamanca y el maravilloso encanto de las Aldeias Históricas portuguesas se encuentra el Parador de Ciudad Rodrigo. El hotel, Castillo de Enrique II de Trastámara, contempla la villa con su elegante Torre del Homenaje desde un tajo elevado como un nido de águila, sobre la vega del río Águeda, ofreciendo maravillosas vistas a los paisajes del Campo Charro.

Las arcadas de piedras del comedor de este precioso castillo esconden un espacio gastronómico perfecto para degustar la típica cocina charra, el embutido, los suculentos asados y los deliciosos jamones ibéricos. El aspecto medieval del restaurante te trasladará a otra época. En verano puedes disfrutar de barbacoas, no menos deliciosas que aquellas suculentas cenas. Los platos más reconocidos por sus clientes son los Huevos de corral tapados con Jamón Ibérico y sus Patatas, nuestra Hamburguesa de Ternera morucha rellena de Queso de los Arribes y el Farinato con Yema asada a baja temperatura con Patatas Meneás.
Escapadas-Peña de Francia-Parador de Ciudad Rodrigo 1

Hotel Doña Teresa
Ctra. Mogarraz s/n 37624 La Alberca, (Salamanca)
Tel.: 923 41 53 08 / 09

El hotel Doña Teresa, con sus muros de piedra y sus sólidas vigas de madera de roble, presenta un estilo rústico. Tiene una ubicación privilegiada a 100 metros de la plaza principal de la localidad, en una zona rodeada de montañas, cerca del famoso santuario Peña de Francia. Desde la terraza del hotel y desde la piscina al aire libre, situada a 1,5 km y rodeada de jardines, se puede contemplar gran parte de este fantástico paisaje.

Dispone de tres restaurantes: La Abuela Carmen, donde se puede degustar una amplia gama de platos típicos de la zona, en un ambiente tranquilo y acogedor con un excelente servicio. El Mesón Asador “La Catedral”, ubicado en la Plaza Mayor, claro ejemplo de la arquitectura de La Alberca, basada en la piedra, la argamasa y madera, donde se puede disfrutar de exquisitos asados elaborados en horno de leña. El Castillo, un rincón especialmente familiar con unas vistas espectaculares, donde saborear la cocina casera, en el ambiente serrano. Dispone del Salón Nogal para disfrutar de todo tipo de celebraciones (bodas, banquetes, grupos, reuniones,…)
Escapadas-Peña de Francia-Hotel Doña Teresa 1

La Posada de San Ginés
Plaza de San Ginés, 11 37660 Miranda del Castañar (Salamanca)
Tel.: 923 432 999

En una antigua casona dentro del recinto amurallado, se sitúa La Posada de San Ginés. Se accede a ella a través del Arco de San Ginés, en la plaza que lleva su nombre, lugar de tertulia y ganchillo, de buscar la solana en invierno y la fresca en verano. El edificio es en sí reflejo de la altivez y alcurnia que caracteriza a Miranda: su fachada, la balconada de madera, la ventana terminada con su celosía, el enrejado de ventanas y maceteros… Y si el exterior seduce, no menos seduce su interior: adosada al castillo, con el viejo cubo vigilando al paso que le marcan sus relojes, invita al descanso, al sosiego, al disfrute de sus amplias habitaciones, del paisaje que se cuela por sus ventanas, de la luz que inunda la claraboya.

Comedores acogedores, con vistas a la sierra y al Castillo, mientras se deleita con la cocina tradicional de la Sierra de Francia. Platos elaborados con productos autóctonos, naturales, frescos y de calidad, como corresponde a la privilegiada zona en la que se encuentra Miranda del Castañar.
Escapadas-Peña de Francia-La Posada de San Gines 1

Dónde Comer:

Restaurante Mirasierra
C/ Miguel Ángel Maillo, 58 37610 Mogarraz (Salamanca)
Tel.: 923 41 81 44

El edificio del restaurante respeta la típica construcción de madera y piedra de la zona. Sus salones tienen una cuidada decoración rustico elegante y muchísima luz.

De los fogones salen los platos de la cocina de siempre, los que hacían las madres o las abuelas, sabores reconocibles con presentaciones sencillas. Y de las brasas la esencia de los asados al más puro estilo serrano: las carnes limpias dispuestas (clavadas) en asadores (o pinchos) con sal gorda como único ingrediente sobre las brasas de leña de roble.
Escapadas-Peña de Francia-Restaurante Mirasierra 1

Palacio de Montargo
Plaza del Conde, 3, 37500 Ciudad Rodrigo, (Salamanca)
Tel.: 923 46 02 37

Con propuestas culinarias únicas, escogiendo el producto de temporada y con una filosofía de trabajo basada en la cocina tradicional revisada, el Palacio de Montargo convierte cualquier evento en toda una experiencia para los sentidos. El cuidado en la selección de nuestra materia prima, el mimo en la elaboración, el respeto hacia la tradición y la curiosidad en las nuevas tendencias se ven plasmados en cada plato.

El Palacio de Montarco cuenta con una amplia y escogida bodega de caldos nacionales e internacionales con los que saborear una buena comida, realizar una cata u ofrecer un cóctel.
Escapadas-Peña de Francia-Restaurante-Palacio de Montargo 1

Río Agueda
Parador de Ciudad Rodrigo
Pza. Castillo, 1. 37500 Ciudad Rodrigo, (Salamanca)
Tel.: 923 46 01 50

Las arcadas de piedras del comedor de este precioso castillo esconden un espacio gastronómico perfecto para degustar la típica cocina charra, el embutido, los suculentos asados y los deliciosos jamones ibéricos. El aspecto medieval del restaurante le trasladará a otra época, y durante el invierno y el otoño las cenas medievales harán que se sienta un auténtico rey en tiempos lejanos. En verano también se pueden disfrutar de barbacoas, no menos deliciosas que aquellas suculentas cenas.

Los platos más reconocidos por sus clientes son los Huevos de corral tapados con Jamón Ibérico y sus Patatas, nuestra Hamburguesa de Ternera morucha rellena de Queso de los Arribes y el Farinato con Yema asada a baja temperatura con Patatas Meneás.
Escapadas-Peña de Francia-Restaurante Rio Agueda 1

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Redacción

Autor: Redacción

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