Bonsais del Real Jardín Botánico

Un bosque en una maceta.

¿Por qué fascinan los bonsáis? ¿Qué tienen de especial? He de confesar, que siempre me han impresionado esos pequeños árboles que, pese a su tamaño son auténticos ancianos.

También he de admitir que, pese a fascinarme, no sé por dónde empezar cuando me enfrento a uno de mis “proyectos de bonsáis”. Mi excusa es perfecta: estoy dejando que se desarrollen para que busquen ellos su propio estilo… lo cierto es que, con que no se me mueran, me doy con un cantito.

Si bien las musas del arte no suelen agraciarme con su visita, me queda el recurso de ir a ver alguna de las colecciones de bonsáis, para recrearme y también, por qué no decirlo, para frustrarme un poquito.

Si estamos en Madrid, una visita obligada, es la colección del Real Jardín Botánico. El ex-presidente González, gran aficionado a los bonsáis, donó en el año 1996 su colección al Real Jardín Botánico, formada tanto por sus creaciones como por los regalos que otros mandatarios le realizaron en su etapa en la Moncloa.

Cuando observamos un bonsái, debemos valorar no sólo la estética, sino también el inmenso trabajo diario que lleva su creación y mantenimiento. Abonados, trasplantes, pinzados, podas, alambrados, plagas… un trabajo de años, que puede irse al traste en un despiste.

En la terraza de los Laureles del Botánico, que se construyó ex profeso para albergar la exposición, se muestran 61 bonsáis de especies autóctonas como el tejo, la sabina, el haya, encinas y olmos, todos a escala reducida. Acompañan también especies japonesas, chinas y americanas, preparadas algunas por maestros del arte del bonsái.

Sin duda, uno de mis favoritos es el Yose- Uebosque – de hayas sobre una laja de cuarcitas. Sencillamente impresionante. Dan ganas de hacerse a escala para pasear a su sombra. Es increíble que puedan vivir y con ese vigor, en Madrid, sobre unos pocos centímetros de tierra.

Otro ejemplar que me alucina es un arce de hojas diminutas, con gran parte de su tronco seco en el que han permitido crecer hasta hongos, o el impresionante arce japonés con hojas rojas de permanente otoño o el Feng – Lui – paisaje – en el que varios bonsáis crecen agarrados milagrosamente a la roca, junto con musgos y otras especies que crecen en la pared de la roca.

Un mini paseo por la naturaleza a un pasito del centro.

Más información
www.rjb.csic.es

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Redacción

Autor: Redacción

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