Liérganes y su hombre pez

A menos de 30 kilómetros de Santander, se encuentra la villa cántabra de Liérganes. La que permanece y crece a la orilla del río Miera, y, al que posiblemente deba su denominación: “Lie erga annes”, es decir, “la que está junto al río”. Y precisamente esas agua nos permiten acuñar una preciosa historia de esta población que sin ser marinera está unida al océano por un personaje nacido en la localidad considerado mitad mitológico, que es tanto como decir fantástico, mitad real.

 

 

Pero antes de llegar a la fábula, detengámonos en lo que nos ofrece Liérganes desde que llegamos a la estación de vía estrecha, FEVE, desde la capital santanderina.Y es que hemos leído que posee un carácter medieval, una tradición y una cultura ancestral, que bien merece pasar, al menos, unas horas visitándolo.
Lo primero es lo primero, y aunque ya he comentado que dejamos para más tarde la historia del hombre pez, no se puede comenzar un recorrido por esta villa cántabra sin atravesar el puente que hay sobre el río Miera, y que aquí se califica de romano, aunque se suele datar del año 1606, quién sabe si el que ahora contemplamos se construyó sobre uno realizado en la época de la romanización de la Península. Debajo de él se encuentra la escultura en bronce del famoso hombre pez. Sobre él volveremos.
De momento nos dejamos arrastrar por su calles del casco viejo, por el conjunto histórico artístico que representa y que le fue reconocido en el año 1978, tras valorarse su arquitectura clasicista. Ahí están nada más y nada menos, que la zona de El Mercadillo; el Palacio de Rañada, la Iglesia de San Sebastián, o la parroquial de San Pedro Ad Vincula, todo merece una visita, sin olvidarse de echar una mirada a las casas de los Setién, y a tantas otras interesantes. Dejarse ir por una u otra calle es una delicia para la vista. Y no olvidarse de dar una vuelta por la fábrica de cañones, muy interesante .

No obstante, el monumento más importante es el Palacio de Elsedo, en la zona de Pánames, convertido en museo de arte contemporáneo. considerado una de las principales joyas de la comunidad cántabra. Construido en el siglo XVIII por iniciativa del primer conde de Torre Hermosa, es en la actualidad de titularidad privada, aunque puede ser visitada su impresionante colección de los principales artistas españoles contemporáneos.
Y luego está el Balneario, embutido en un entorno natural, donde el sonido del silencio está presente, aparece este conjunto de hotel y servicios de aguas que hacen revivir el espíritu. Un tratamiento para el que tiene tiempo, un paseo por sus instalaciones, o un encuentro en su comedor para degustar una comida de raíz cántabra, puede hacer del final del día un auténtico broche de oro.

Sí, ya se que hablamos del final del día, pero aún nos queda tiempo para regresar al “puente romano” sobre el Miera, y aproximarnos a la figura de bronce del “hombre pez”.
Antes de que conozcan su historia, toque su espalda, eso que sienten no son ningún daño que haya sufrido la escultura, o un capricho de su escultor, Juan Anievas, son escamas las que recorren su espina dorsal, esquemas de ser marino.

Cuenta la historia que un vecino de Liérganes, Francisco de la Vega, presumía de ser un gran nadador, y que un día, estando con unos amigos en Bilbao, se arrojó al mar, y se alejó nadando de la costa, hasta que desapareció, dándosele por ahogado. Este hecho acaeció a mediados del siglo XVII.

Cinco años más tarde en Cádiz, unos pescadores recogieron en sus redes a un individuo desnudo, con escamas en su piel. No hablaba, era huidizo y sin saber que hacer con él, fue llevado al convento de San Francisco. Tan sólo pronunciaba una palabra, “Liérganes”. Nadie sabía a que se refería, hasta que una persona que estaba trabajando en la localidad gaditana y que era cántabro, señaló que se trataba de una población del norte, de Cantabria, hecho que fue rubricado por el Secretario del Santo Oficio de la Inquisición.

El hecho es que fue llevado a Liérganes, donde se dirigió directamente a su casa, donde fue reconocido, a pesar de su aspecto, por Maria de Casar, su madre.
Allí vivió unos nueve años con una existencia tranquila, pero anodina, hasta que un buen día volvió a desaparecer en el mar, y ya no fue nunca más visto.

Realidad, leyenda, historia que ha sido aprovechada por varios literatos…, ¿quién lo sabe?. Es una de eso relatos que tanto se extienden por la geografía de la piel de toro y sus compañeras insulares ancestrales. Allá donde nos movamos siempre encontraremos una bella historia de las raíces de nuestros pueblos. Historias que yo intento, modestamente, contarles.

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Felipe Alonso

Autor: Felipe Alonso

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