Los fantasmas del castillo de Loarre (Huesca)

            Todos los castillos que se precien tienen leyendas, y todas estas fortalezas que en su momento tuvieron que ver con acontecimientos bélicos, intereses de nobles, combates, duelos, encuentros amorosos secretos,  y con cantos de juglares y trovadores, también tienen sus fantasmas, de lo contrario no serían eso, “castillos”. Y el que se ubica en la localidad oscense de Loarre, no puede escapar a ello.

 

 

            Situado a unos 27 kilómetros de Huesca, controlando la llanura de la Hoya, y el paso hacia los Pirineos y Jaca, esta fortaleza, considerada más una mezcla de castillo y abadía, de origen románico, sirvió, en su momento, de control sobre la principal plaza fuerte musulmana de la zona, la de Bolea. Asentado sobre un promontorio de roca caliza, fue construido en el siglo XI por orden del rey Sancho III. Posteriormente se fueron añadiendo más elementos defensivos a lo que era una mera avanzadilla militar para atacar a los musulmanes de Huesca. Así en el siglo XII y XV se refuerzan las murallas, que tienen un perímetro de 172 metros, unida con torreones semicirculares, menos la puerta de entrada que forma parte de un torreón rectangular.

            Por su carácter también monasterial, de abadía, hoy en día se puede apreciar, no sólo las construcciones militares, sino la cripta de Santa Quiteria, o la iglesia de San Pedro. Esta última es románica, de una única nave y ábside semicircular decorado con columnas adosadas a los muros con capiteles tallados con vegetales, motivos bíblicos… Pero esa no es la única iglesia con que cuenta el castillo, puesto que en la parte sur, se puede ver junto al patio de armas la iglesia de Santa María.

            Pero…dejemos la arquitectura para adentrarnos en algo mucho más profundo y misterioso que añade a la visita a este castillo un nuevo atractivo. Se trata de la existencia de fantasmas en el mismo. Y no es sólo uno, sino que para mayor gloria de Loarre, son dos los que lo habitan.

            Se tratan de los espíritus de, nada más y nada menos, que el conde don Julián y de doña Violante de Luna, y no crean que se conocieron, ni que tuvieron amoríos. No. Cada uno de ellos arrastra su existencia por las salas y barbacanas de Loarre por distintas razones y diferentes tiempos.

 

 

            La historia más conocida de don Julián es la que le une a su “supuesta” traición en la batalla del río Guadalate que facilitó la derrota del rey visigodo don Rodrigo y la entrada en el año 711 de los árabes a través del Estrecho de Gibraltar encabezados por los caudillos Tarik y Muza. Pues bien, continuando con lo sabido, baste recordar que todo nace en la deshonra que lleva a cabo el rey con la la hija del conde, Florinda, también conocida como La Cava. Pues bien, tras la derrota y la entrada en tromba de los árabes en la Península, don Julián se retira con su hija hasta Loarre donde se hace fuerte. Pero, según las crónicas ambos fueron apresados en la fortaleza. La joven se suicidó arrojándose desde una de las torres y el conde tras morir fue enterrado a la entrada de la iglesia de San Pedro para que todo el que entrara le pisara por ser un traidor. Desde ese momento, el espíritu de don Julián que se arrepintió de haber abierto las puertas de su país a los árabes, vaga por las dependencias del castillo y se le puede hoy llorar en las noches de plenilunio.

            Siete siglos más tarde, va a producirse un nuevo hecho luctuoso que obligará al espíritu de una mujer a quedar recorriendo la fortaleza de Loarre por toda la eternidad.

            El fallecimiento en 1410 del rey de Aragón, Martín el Humano, sin descendencia, origina un conflicto de intereses sucesorios que se solucionan con el Compromiso de Caspe, firmado en la plaza fuerte de Alcañiz, en 1412, y el nombramiento de Fernando de Antequera como nuevo soberano, con el apoyo de Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna. Pero la situación no se calmó, ya que algunos pretendientes a la corona, como el conde de Urgel, Jaime de Aragón, y el infante Antón de Luna, se rebelaron contra el monarca. Hasta aquí poco más que relatar históricamente hablando, pero en mitad de esa vorágine, el Papa se entera de que su sobrina Violante de Luna, abadesa del convento de Trasobares, mantiene relaciones carnales con Antón y además apoya la rebelión. Inmediatamente, Benedicto XIII ordena quemar el convento y recluir a las monjas en otros establecimientos repartidos por diferentes puntos de la comarca. Violante pudo refugiarse en Loarre, convirtiéndose en ausencia de Antón, de la encargada de defender el bastión ante el ataque de las tropas reales. Tras más de dos meses de asedio, la plaza fuerte fue conquistada por los soldados de Fernando de Antequera, y la mujer detenida y arrojada a una mazmorra. No hay ningún documento que señale que fue lo que pasó con ella posteriormente, ni donde fue enterrada. Pero la “dama de Loarre” aparece la noche de San Juan asomada a un balcón buscando con la mirada los refuerzos que su amante debía traer para liberarla. Hay quien dice que no es esa única noche la que aparece y que cuando la Luna está llena se puede ver su vestidura blanca flotando al viento.

 

 

            España tiene gran cantidad de historias y leyendas, mezcladas, que apuntan a los fantasmas que habitan en sus castillos. Un hecho que nunca ha sido bien utilizado como reclamo turístico, a diferencia del llamamiento que se lleva a cabo en otros países como Gran Bretaña. Y a fuer de ser sincero, merece la pena visitar los diferentes monumentos arquitectónicos que sirvieron de fortaleza en algún momento, o simplemente de lugar de reposo a reyes, nobles, doncellas…, y a ese juego amoroso de juglares y trovadores, y dejarse llevar por el misterio y la imaginación que aportan a todo ello los espíritus allí encerrados.

 

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Felipe Alonso

Autor: Felipe Alonso

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